
Las Naranjas de mi huerta
El naranjo, a pesar de su origen oriental ha llegado a ser uno de los árboles más vinculados nuestra cultura mediterránea. Su función ornamental queda ampliamente rebasada por los usos y aplicaciones que tienen sus flores y frutos tanto en la medicina natural como en la composición de la dieta tradicional. Este cruce, entre un pomelo y una mandarina, se logró en las culturas asiáticas (Indochina) hace algunos milenios, y su nombre deriva del sánscrito «narang» (árbol que da naranjas) que a su vez tiene raíces del tamil y el persa.
El naranjo amargo es un árbol originario de extremo Oriente, tradicionalmente de China, traído a Europa, principalmente a Sicilia y España, en la Alta Edad Media por los musulmanes. Y Por dónde creéis que entró, pues sí, por Cartagena, punto clave del comercio mediterráneo.
En 1565 los españoles llevaron esta fruta a América, donde plantaron naranjos en la ciudad de San Agustín, en Florida y en California, actualmente uno de los principales productores del mundo.
No obstante, hay que decir que el primer agrio que conocieron los europeos fue el Cidro, del que existen antiguas referencias en Grecia, de ahí el apelativo de ‘cítricos’.
También el nombre del género botánico, Citrus, deriva del griego Kitros, que era como designaban a aquel fruto. La naranja se dice en latín Aurantia, por su color de oro, en lenguaje dravídico (de la India) Narayan, que quiere decir ‘perfume interior’. En árabe, procedente del lenguaje persa, Narendj.
En Túnez, desde tiempo inmemorial, se rinde una especie de culto a este árbol, siendo objeto de multitudinarias fiestas en la histórica población de Nabeul. Todos los años, entre finales de abril y comienzos de mayo, la pintoresca ciudad de Nabeul (55.000 habitantes), famosa por su preciada y artística cerámica de vidriados tonos azul, verde y blanco, celebra su tradicional Fiesta de las Naranjas, que coincide con el Festival de las Flores; un verdadero punto de encuentro de miles de personas que llegan no sólo de todo Túnez, sino de los demás países del Magreb.
Sin embargo, no es hasta la época de los grandes descubrimientos marítimos en los siglos XVI y XVII cuando las naranjas adquieren su merecida fama como fuente inigualable de vitamina C o antiescorbútica lo, que provoca la expansión de su cultivo.
Las naranjas fueron uno de los alimentos llevados por los colonizadores españoles a América, primero al Caribe, de allí a Florida y, posteriormente, de la mano de los misioneros, al Lejano Oeste, el Far West, a California.
Y en 1820, ocurrió algo inesperado. En un huerto de un monasterio en Brasil, una extraña mutación genética se produjo en algunos naranjos, haciendo que los frutos presentaran una curiosa abertura en su corteza, de donde aparecía una pequeña e inmadura segunda naranja… como dos siameses donde uno hubiera quedado inmaduro parasitando a su hermano. Era una naranja totalmente distinta, extraña y perturbadora a la vista… no obstante, algún valiente monje se atrevió a probarla y cuál sería su sorpresa ante el dulzor de aquel fruto. Muy pronto decidieron multiplicar esta impensada nueva variedad, la que se propagó por todo el mundo, conocida hoy como «Naranja de Ombligo» o Navel.
En realidad, cuando hablamos del naranjo, nos estamos refiriendo a dos especies muy similares en la forma, pero muy diferentes en cuanto a su utilización. Nos referimos al naranjo amargo (Citrus aurantium) y al naranjo dulce (Citrus aurantium var. sinensis).
El primero se cría sobre todo como árbol ornamental en parques públicos y paseos, o cultivado con fines medicinales y para fabricar confituras. Es la especie más apropiada para utilizar partes tales como las hojas, las flores y para extraer tanto su esencia como la cáscara del fruto. Sin embargo, la pulpa del fruto es amarga y agria, no apta para el consumo, excepto como mermelada o confitura. El segundo es el más apropiado para consumir la fruta, bien al natural o en forma de zumo, por su agradable sabor agridulce. Se cultiva en los regadíos de todo el litoral mediterráneo, pero las de LA HUERTICA están producidas con métodos estrictamente ecológicos y sin cultivos extensivos como las valencianas.
A diferencia de muchas otras frutas, las naranjas no continúan su proceso de maduración una vez separadas del árbol, por lo que su calidad depende de que se haya elegido el momento justo para recogerlas. Como cosa curiosa deben saber nuestros lectores que los años en que hace poco frío en otoño la naranja retarda su madurez, al revés de lo que ocurre con las demás frutas, las cuales maduran mejor y más pronto con el calor solar.
La calidad de la naranja, su punto de maduración, viene marcada por la correcta proporción de azúcar y acidez. Cuanto más cálido es el lugar donde se cultiva la naranja más proporción de azúcar contiene. Por eso en los lugares algo fríos pueden desarrollarse buenos tamaños de naranjos, como se comprueba en la misma Galicia, pero son poco dulces.
La industria de la naranja manipula mucho el producto para dar le una vida más larga tras su recolección. Lo malo es que durante esta operación se suelen añadir fungicidas, entre ellos el detestable difenil, muy tóxico para el sistema nervioso, para protegerlas de los ataques criptogámicos alargando así su «vida comercial».
El jugo de la naranja es generoso en vitaminas. Junto a gran cantidad de vitamina C, altamente asimilable, encontramos las vitaminas A —en forma de caroteno— B1, B2 y B6. También es muy rico en sales minerales, sobre todo Potasio y Calcio.
De todas las frutas, la naranja, la mandarina y el limón son las que más cantidad de Calcio contienen. Otros componentes destacables son:
- ácidos orgánicos como el cítrico y el málico, responsables de su acidez; azúcares (sacarosa o azúcar de caña, dextrosa y levulosa), en total más del 7 %;
- azúcares (sacarosa o azúcar de caña, dextrosa y levulosa), en total más del 7% ;
- fibra (celulosa y pectina);
- glucósido flavónico hesperidina, de efecto protector sobre los vasos sanguíneos y coadyuvante de la vitamina C.