- CAMBIO CLIMÁTICO Y CONSUMO
1.1 La Huella de Carbono
1.2 El Consumidor es la clave
1.1 El cambio climático desde la perspectiva del consumo: la huella de carbono
Cada vez estamos más acostumbrados a oír hablar de las emisiones de carbono y las toneladas de carbono que emite cada país, y más recientemente, cada ciudadano. El enfoque de contabilización de las emisiones utilizado más generalizado, es la llamada “perspectiva de la producción”. Se contabilizan las emisiones generadas en cada territorio, independientemente del destino de los productos o servicios que han generado esas emisiones. Así por ejemplo, si en un lugar se produce electricidad que luego se exporta, las emisiones de la generación de la electricidad se contabilizarán en el territorio donde se produce la electricidad, aunque luego ésta se consuma en otro lugar. Por el contrario, si en un territorio se consume electricidad, pero ésta es importada, las emisiones de carbono no se estarían contabilizando como propias de ese lugar donde se consume.
Frente a este enfoque existe la contabilización de las emisiones desde la “perspectiva del consumo”. Según este enfoque, las emisiones generadas por la fabricación de un producto se contabilizan allá donde el producto se consume y no donde éste se haya fabricado. Por ejemplo, si en Murcia compramos un electrodoméstico fabricado en China, desde la perspectiva del consumo las emisiones correspondientes a la fabricación de ese electrodoméstico serían responsabilidad del comprador murciano y no del fabricante chino. El cálculo de emisiones desde la perspectiva de la producción se realiza contabilizando y sumando todos los focos de emisiones de una región determinada. Para el cálculo según la perspectiva del consumo, a las emisiones generadas en una región habrá que restar las emisiones “exportadas” (a través de todos los productos o servicios que acaban consumiéndose fuera de la región), y sumarle todas las emisiones “importadas” en los productos producidos en el exterior. A la contabilización de las emisiones desde el punto de vista del consumo, también se le llama “huella de carbono”, y da una visión más real del impacto de nuestras actividades sobre el clima de la Tierra.
Si bien la perspectiva de la producción es muy útil para controlar la evolución de las emisiones en cada país o región, esta perspectiva se queda corta si lo que queremos es buscar las mejores medidas para reducir las emisiones desde nuestros hábitos de consumo.
Siguiendo con el mismo ejemplo, este punto de vista nos permitirá diseñar actuaciones que acabarán reduciendo las emisiones en China más que en Murcia, pero siendo el cambio climático un problema global, estas reducciones serán igual de valiosas que las reducciones locales
En definitiva, la utilización de la huella de carbono nos permite contar con más elementos para diseñar acciones de mitigación del cambio climático. Nos permite valorar de una manera más real el impacto sobre el clima de nuestros hábitos de consumo y el potencial de mitigación de las medidas de lucha contra el calentamiento global. Así por ejemplo, el cálculo de la huella de carbono en España revela que las actividades de consumo con más impacto sobre el clima son, en este orden: la vivienda y los bienes del hogar, el transporte cotidiano, la alimentación y la energía consumida en casa. Es evidente que es en éstos sectores donde debemos tratar de incidir en mayor medida en la mitigación del cambio climático.
Según la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA), el consumo doméstico de los ciudadanos europeos representa una de las mayores presiones ambientales no sólo en Europa sino también fuera de sus fronteras y además el impacto está creciendo al menos desde 1990. Esta creciente presión se explica no sólo por el crecimiento económico, sino por factores sociales y demográficos. Además, aunque la eficiencia energética de los electrodomésticos cada vez es mayor, el consumo energético de las viviendas no disminuye. La razón es que ha aumentado mucho el número de electrodomésticos y aparatos que usamos habitualmente y además su vida media es muy corta debido a los rápidos cambios de moda y tecnológicos.
1.2 Los consumidores tenemos un doble papel en la mitigación del cambio climático
Según trabajos de la propia Agencia Europea del Medio Ambiente o de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), las políticas más efectivas para reducir el impacto ambiental del sector doméstico consisten en combinar medidas legales, de mercado, informativas y educativas. Y en este marco, el papel del ciudadano como consumidor es fundamental por varias razones. En primer lugar porque a la hora de comprar un producto o servicio, tiene en su mano la capacidad de escoger, de entre todas las alternativas, aquella opción más respetuosa con el clima. Si además tenemos en cuenta que muchos productos generan un mayor impacto durante su uso que durante la fabricación se revela que los hábitos de uso de los consumidores son también clave en la prevención del cambio climático. Pero sobre todo, los consumidores representan una palanca clave para modificar la actuación de las empresas. Frente a medidas legislativas y a la presión de las organizaciones sociales, la demanda de los consumidores se ha mostrado como uno de los mecanismos más rápidos para hacer cambiar a las empresas y al diseño de sus productos y servicios. Efectivamente, si el consumidor discrimina a la hora de hacer sus compras, favoreciendo a las empresas que más responsabilidad muestran hacia el cambio climático, el mercado está mandando una señal que puede tener un efecto mucho más rápido y más profundo que muchas medidas legislativas.
GUÍA DE CONSUMO RESPONSABLE.
- CRITERIOS PARA UN CONSUMO RESPONSABLE CON EL CLIMA:
2.1. Criterios para un consumo responsable frente al cambio climático
2.2. Cómo tomar una decisión más responsable con el clima
Hay quienes denominan a la sociedad de los países desarrollados la sociedad de consumo. En efecto,para bien o para mal, una parte importante de nuestra economía depende del consumo de masas. Pero no debemos perder de vista que el consumo tiene toda una serie de consecuencias ambientales y sociales.
Una de estas consecuencias es la emisión de considerables cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera, resultado del consumo de combustibles fósiles en la producción de energía, bienes y servicios y en el transporte de productos, cada vez mayor en el actual mercado global.
Una de las principales dificultades que expresan los consumidores para actuar responsablemente en su consumo es la falta de información. De hecho una gran parte de consumidores ya está concienciada frente al cambio climático y le gustaría poder obrar en consecuencia, pero en muchas ocasiones no sabe cómo. Y por otra parte, algunas empresas están actuando proactivamente e incorporando criterios de protección del clima en sus actividades, pero no siempre son reconocidas y recompensadas por ello. Tanto los consumidores concienciados, como las empresas más responsables se verían beneficiados por la existencia de herramientas rigurosas y con credibilidad que informen sobre la responsabilidad climática de las empresas y sobre la “mochila de carbono” de los productos. La información sobre el impacto climático de cada producto puede ser recogida en forma de un “etiquetado climático”, análogo al etiquetado energético, que tendría un gran potencial para mover el mercado hacia un comportamiento más respetuoso con el clima.
El segundo aspecto fundamental para que nuestras acciones como consumidores puedan ser más responsables está en el conocimiento del desglose de nuestra huella de carbono. Si no sabemos cuáles de nuestras acciones de consumo son las que emiten mayor cantidad de gases de efecto invernadero difícilmente podremos atajar el problema con eficacia.
Pero la capacidad de los consumidores para contribuir a la mitigación del cambio climático va mucho más allá de la elección de los productos a la hora de la compra. Los consumidores compran cada vez más productos que para funcionar requieren energía y que generan emisiones de gases de efecto invernadero (electrodomésticos, aparatos informáticos, electrónica de ocio…). Además, los rápidos cambios en la moda, la poca duración de los productos y el elevado coste relativo de las reparaciones conducen a que estos aparatos se renueven en un plazo cada vez menor, con el consiguiente aumento en las emisiones debidas a la fabricación, la distribución y eliminación de los productos. Por tanto, también es esencial la información al consumidor que permita conocer los consumos energéticos de los productos, sus posibilidades de reparación o de actualización y mejora, su duración media y sus necesidades para la gestión de los residuos.
En efecto, todo producto o servicio que consumimos ha generado emisiones durante su fabricación.
Emisiones directas por el consumo energético necesario en todos los procesos de producción, o porque los propios procesos de producción generan gases de efecto invernadero (la fabricación de cemento por ejemplo, emite gases de efecto invernadero por los procesos químicos que intervienen y que se suman a los gases emitidos por la quema de combustibles necesarios para fabricar ese mismo cemento). Pero además la propia producción genera emisiones indirectas asociadas al consumo de los recursos naturales necesarios. Por ejemplo, la obtención de metales a partir del mineral de las minas es un proceso que consume mucha energía y agua y genera grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Por tanto, la fabricación de productos a partir de metal no reciclado conlleva indirectamente una gran cantidad de emisiones.
Además, el transporte sigue siendo uno de los mayores causantes del cambio climático por la quema de combustibles fósiles. Todo producto necesita ser transportado durante tres fases de su ciclo de vida: el transporte de las materias primas previo a la fabricación del producto, la distribución del producto desde las fábricas hasta los puntos de venta, y el transporte de los desechos del producto una vez que éste ha terminado su vida útil.
Por último, cuando el producto termina su vida útil se convierte en un residuo que hay que tratar. El tratamiento de los residuos de cualquier producto es otra actividad que genera emisiones de gases de efecto invernadero. Según los materiales con los que esté constituido el producto, y según el tipo de tratamiento que le demos, la cantidad de emisiones será mayor o menor. En cualquier caso, el tratamiento final es una etapa del producto que también tiene un impacto sobre el clima.
Así, si bien la fabricación de los productos es percibida como una de las principales causas de la contaminación y el cambio climático, el propio acto del consumo es el que arrastra de toda esta cadena, el responsable último de todos los impactos que tienen la producción, el transporte y tratamiento de los residuos de los productos.
Es por ello que debemos recurrir a unos hábitos de consumo conscientes con los impactos que éste genera: es lo que llamamos consumo responsable. Ello implica saber elegir los productos con menos impacto, los productos más limpios. Pero también requiere cambios más profundos de nuestros hábitos de consumo como podría ser el consumir menos eliminando las necesidades superfluas, o el sustituir el consumo de productos por el uso de servicios que satisfagan las mismas necesidades con menos utilización de materiales y energía.
2.1. Criterios para un consumo responsable frente al cambio climático:
Consumir menos: evitar compras impulsivas de productos que no necesitamos (¿realmente necesito una nueva cafetera exprés? ¿no me sirve ya mi cafetera de siempre que funciona perfectamente?), que no estamos seguros de usar (¿cuántos libros que se compran acaban sin ser leídos? ¿cuántas bicicletas estáticas acumulan polvo en un trastero?), que podemos tomar prestados de amigos o de un servicio público (¿me compro un taladro para colocar ese cuadro, se lo pido al vecino, o busco uno en el centro de préstamo?), o que podemos sustituir por un servicio profesional que satisfaga la misma necesidad (con esta lavandería tan cerca de casa no voy a necesitar comprar una lavadora)
Informarse para elegir: si aun así se decide comprar algo, no todos los productos son iguales. Es necesario informarse sobre las distintas opciones y sobre los impactos de cada una, no sólo durante su fabricación, sino también durante su uso y su eliminación, así como el transporte necesario para que el producto haya llegado a tus manos. También es interesante conocer la duración media que tendrá el producto, así como las posibilidades de reparación y de mejora del producto. Si un producto ya fabricado sólo dura un año, al cabo de un año tendremos
que renovarlo por otro nuevo, con lo que se volverá a emitir más carbono. Si un producto similar dura cinco años, o puede mantenerse y actualizarse para que dure más, evitaré comprar otro producto nuevo y evitaré las emisiones correspondientes.
Uso responsable: el consumo no acaba en el momento de la compra. Si hemos comprado un producto, debemos usarlo responsablemente, sobre todo para no derrochar energía u otros recursos durante su utilización, y para asegurarnos de que sus residuos son tratados adecuadamente.
2.2. Cómo tomar una decisión más responsable con el clima:
- Debes preguntarte si lo que vas a comprar va a satisfacer realmente una necesidad o deseo, o bien si lo compras compulsivamente.
- Piensa a qué tipo de comercio quieres favorecer. No olvides que consumir productos locales, productos ecológicos o de comercio justo, productos naturales y productos reutilizados y reciclados, son sin duda las mejores opciones medioambientales y sociales.
- Infórmate acerca de las repercusiones sociales y medioambientales de los bienes y servicios. Pide información. Es tu derecho.
- Asegúrate de la calidad de lo que compras, de cara a adquirir bienes más saludables y duraderos.
- Busca alternativas que minimicen la explotación de los recursos naturales: segunda mano, reutilizar, intercambios, reparación.
- Haz un buen mantenimiento de las cosas y cuando acabe la vida útil de un producto, ten en cuenta las posibilidades de reciclar los materiales de que está hecho
GUÍA DE CONSUMO RESPONSABLE.
- IDEAS PRÁCTICAS PARA DISMINUIR TU HUELLA DE CARBONO
3.1 La Vivienda: Cómo mejorar la eficiencia energética de tu hogar
3.2 Movilidad: prioridad al transporte público
3.3 La Alimentación y su huella de carbono
3.4 La Energía que consumimos: Electricidad, calefacción y agua
3.1 La Vivienda: Cómo mejorar la eficiencia energética de tu hogar
Siguiendo con nuestra GUÍA, hoy nos ponemos en modo práctico para reducir el impacto sobre el clima de nuestras acciones como consumidores. Como ya hemos contado anteriormente, el cálculo de la huella de carbono en España revela que las actividades de consumo con más impacto sobre el clima son, en este orden: la vivienda y los bienes del hogar, el transporte cotidiano, la alimentación y la energía consumida en casa. Es evidente que es en éstos sectores donde debemos tratar de incidir en mayor medida en la mitigación del cambio climático y nosotros hoy vamos a centrarnos en la vivienda, pero esperamos poder daros más consejos en materia de movilidad, alimentación y energía , las próximas semanas.
A lo mejor estás pensando construir una vivienda de promoción propia, comprar una casa sobre plano o ya construida, alquilar una vivienda o simplemente quieres mejorar la eficiencia energética de la que tienes y nosotros queremos ayudarte.
La construcción de una vivienda y los productos domésticos representan más de un 25% de la huella de carbono de cada consumidor. El consumo energético doméstico representa otro 12% adicional de nuestra huella de carbono, y en gran medida viene determinado por las características de nuestra vivienda. Por ejemplo, una vivienda mal aislada consumirá en calefacción más energía que otra mejor aislada, y esto durante toda la vida del edificio. Del mismo modo, una vivienda bien orientada podrá aprovechar mejor las posibilidades naturales de calor (el sol) o de frío (sombras y corrientes de aire), y también consumirá menos energía y emitirá menos gases de efecto invernadero. Es por ello, que la elección de las características de una vivienda son tan importantes en la prevención del cambio climático, tanto si se trata de una vivienda de nueva construcción como una rehabilitación.
Si nos encontrarnos en el caso de poder permitirnos el lujo de construir nuestra propia vivienda, una vivienda de promoción propia, consulta con un especialista en arquitectura bioclimática que te indicará cuales son las opciones más eficientes para el lugar en el que vas a construirla.
Pídele además ayuda para escoger los materiales de construcción que menos emisiones de carbono generen durante su ciclo de vida. El especialista en arquitectura bioclimática te informará sobre aspectos relevantes para el ahorro energético, como:
- La orientación de la vivienda.
- La forma de la vivienda.
- La orientación y tamaño de las ventanas y zonas acristaladas.
- Las calidades del aislamiento térmico
- Los elementos pasivos como aleros o invernaderos.
- La posible incorporación de sistemas de energía renovable(biomasa, solar, térmica y fotovoltaica, geotermia, etc.).
- Los sistemas de calefacciónmás eficientes y limpios.
En cualquiera de los casos deberías saber que la rehabilitación de viviendas es una opción mucho más beneficiosa para el medio ambiente y para el clima, ya que se aprovecha un espacio ya utilizado y gran parte de materiales de la construcción original. Una vivienda nueva lleva aparejada la ocupación de un nuevo espacio y la utilización de grandes cantidades de materias primas que, como el cemento, han generado muchas emisiones de carbono en su fabricación. El cambio de uso del suelo que conlleva la nueva construcción supone en ocasiones la deforestación o la pérdida de suelos con cubierta vegetal, y la emisión del carbono que estos ecosistemas habían acumulado.
Si vas a alquilar o comprar una vivienda sobre plano o ya construida, infórmate sobre los materiales, aislamientos e instalaciones de climatización. Pide al vendedor la Memoria de Calidades obligatoria. Además los edificios de nueva construcción deberán obtener una Certificación Energética de Edificios, que otorga una etiqueta energética para los edificios (similar a la que ya existe para electrodomésticos). De esta manera podemos conocer la eficiencia de la vivienda antes de comprarla o alquilarla.
Cuando ya estás ocupando una vivienda y no tienes intención ni de construir, ni comprar ni alquilar nada nuevo, ten en cuenta que todavía puede mejorar o empeorar la eficiencia energética de tu casa dependiendo del uso que le des. De los potenciales ahorros de emisiones de gases de efecto invernadero en nuestra casa, casi el 50% dependerá de nuestros hábitos eficientes:
- En primer lugar, es importante un buen mantenimiento de las puertas y ventanas,y, sobre todo, de las calderas o equipos de calefacción y refrigeración. Pero además puedes encargar a un experto una auditoría energética que te dirá cuáles son las opciones de mejora energética que tiene tu vivienda.
- No derrochar energía, sobre todo en calefacción y aire acondicionado tiene un efecto notable sobre nuestra huella de carbono. Simplemente tenlo en cuenta y utiliza el sentido común para no utilizar la climatización a temperaturas muy altas o muy bajas, o cuando nadie utilice la vivienda o sus habitaciones.
- Una vivienda pequeña,a igualdad de condiciones, será más eficiente y contaminará menos que una vivienda más grande. Si deseas que tu casa no sea una fuente de carbono, no te pases con el tamaño. Los pisos en viviendas colectivas son mucho más eficientes que los edificios unifamiliares y adosados. Casi cualquier piso emite menos que la más eficiente de las viviendas unifamiliares. Si te preocupa el cambio climático y lo que tú puedes hacer, no lo dudes, la elección es clara.
Si os interesa podéis encontrar aquí más información:
https://porelclima.es/equipo/1929-criterios-para-un-consumo-responsable
Esta web engloba a una comunidad que se preocupa por el clima, historias, acciones climáticas que puedes llevar a cabo sobre agua, energía, consumo e inversiones, movilidad, huella de carbono, prevención y gestión de residuos y adaptación. La mayor parte de la información se refiere a eficiencia energética y te ayudará si lo que quieres es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de tu vivienda.
3.2 Movilidad: prioridad al transporte público
El transporte sigue siendo uno de los mayores causantes del cambio climático por la quema de combustibles fósiles. Para frenar el cambio climático demos elegir siempre, en la medida de lo posible, la forma de transporte que menos impacto genere, el más limpio que nos podamos permitir. Dentro de la ciudad, dar prioridad al transporte público o al alquiler de bicicletas. Si tienes coche úsalo poco, solo los casos inevitables, y si estás pensando en comprar, piensa en los eléctricos que poco a poco van siendo más asequibles. Viaja siempre que puedas en tren o barco, evita el avión. Esperamos que en un futuro no muy lejano podamos ver y disfrutar de un aire más limpio.
El transporte cotidiano es la segunda actividad más importante en la huella de carbono de los consumidores, llegando a representar casi una quinta parte del total de nuestras emisiones. En España, el transporte es el sector que más energía consume, alcanzando un 39% del total y en continuo aumento. Solamente los coches privados representan aproximadamente el 15% del total de emisiones en España. Una de las maneras más fáciles que tiene un consumidor para reducir su huella de carbono es olvidarse del coche particular y utilizar el transporte público. Además, hay transporte público para todas las necesidades, sobre todo en la ciudad.
En carretera, un coche emite, por cada viajero, aproximadamente el triple de carbono que un autobús para la misma distancia, y unas siete veces más que un tren de alta velocidad. El avión emite el doble que el coche, y más de quince veces más que el tren rápido. Por eso, deja el avión para cuando sea exclusivamente el único medio que puedes usar. En ciudad, las diferencias entre coche y autobús se disparan. Por eso, en ciudad olvida el coche y utiliza el transporte público, la bicicleta o tus propios pies. De esta manera puedes evitar la emisión de unas 2 t CO2 e al año. Para más información: CeroCO2, iniciativa para el cuidado del clima. En su web dispone de calculadoras de emisiones para desplazamientos por carretera y aéreos. De esta forma puedes conocer cuánto emites si tienes un coche o viajas en avión, y sabrás lo que puedes evitar si te pasas a otros medios de transporte
Transporte limpio y propiedad compartida: bicicletas públicas
Muchas veces, el consumo más responsable consiste en no comprar un producto nuevo si podemos usar una alternativa como el préstamo o el alquiler. Una alternativa de transporte que se está desarrollando rápidamente en muchas ciudades de Europa son los servicios de alquiler público de bicicletas. Por una tarifa, dispondrás de una tarjeta que te permitirá utilizar las bicicletas disponibles. El uso de bicicletas públicas es una alternativa de transporte estupenda que no contamina y que evita la necesidad de comprar y ubicar una bicicleta de ciudad en tu casa. Todo ello puede suponer una reducción de nuestra huella de carbono de hasta 1,5 t CO2 e anuales.
En ciudades más pequeñas en las que no existe el servicio de alquiler de bicicletas, una bicicleta propia o compartida sigue siendo un estupendo medio de transporte. Además, ten en cuenta que cuantos más ciclistas urbanos existan, más nuevos ciclistas se animarán, y más facilidades se ofrecerán a todo el colectivo por medio de carriles-bici, aparcamientos, etc. Por ejemplo en Murcia el servicio de alquiler de bicicletas se ha retroalimentado con la puesta en marcha de nuevos carriles-bici, y la entrada en vigor de una Ordenanza de Circulación de Peatones y Ciclistas, consensuada entre los participantes del Observatorio de la bicicleta. Pero es que Murcia, afortunadamente, está diseñada para ir en bici.
La semana que viene os presentaremos el bloque que a nosotros más nos afecta, la ALIMENTACIÓN. ¡No te lo pierdas!
3.3 La Alimentación y su huella de carbono
Aunque no solemos ser conscientes de ello, nuestra alimentación tiene un gran impacto sobre el clima. Todo lo que comemos ha emitido gases de efecto invernadero durante su producción y su transporte. De hecho, la alimentación es la tercera actividad de los ciudadanos que más emisiones genera, llegando a representar más de un 15% de nuestra huella de carbono.
Tanto la agricultura como la ganadería necesitan de grandes cantidades de suelo. Este suelo solía estar en equilibrio con la vegetación y los microorganismos que lo habitan, de manera que había alcanzado un equilibrio de carbono: anualmente, absorbía al menos tantos gases de efecto invernadero como los que emitía. Sin embargo, al intervenir el ser humano para mejorar la productividad de los suelos, este equilibrio se rompe y la tierra pasa a convertirse en una fuente de gases de efecto invernadero. El proceso se intensifica a medida que lo hace la agricultura: los fertilizantes sintéticos son un producto muy intensivo en carbono. Para su fabricación son necesarios procesos químicos y consumos de energía que emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero.
Por otra parte, no todos los alimentos utilizan la misma cantidad de suelo. Por ejemplo, producir un kilogramo de carne de ternera, necesita aproximadamente 10 kg de cereal. Por lo tanto, 1 kg de carne está “ocupando” el terreno necesario para cultivar esos 10 kg de cereal. En cuanto a ocupación de suelo y emisiones, por ejemplo, sería más impactante comer 1 kg de ternera que comer 10 kg de pasta. El ganado vacuno es el más intensivo en carbono. Las emisiones se reducen normalmente en especies de ganado más pequeñas, pero 1 kg de cerdo todavía requiere 6 kg de cereal, y 1 kg de pollo unos 4 kg de cereal.
Además, el ganado genera emisiones adicionales. Cuando el ganado digiere el cereal, y cuando el estiércol se descompone, se generan grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero 21 veces más potente que el CO2 y de óxidos nitrosos (296 veces más potentes que el CO2 como gas de efecto invernadero). De hecho se estima que toda la ganadería mundial tiene un impacto sobre el clima tan grande como el del transporte. Así pues una de las mejores maneras de reducir nuestra huella de carbono es consumir menos carne y más vegetales en su lugar. Una dieta alta en legumbres e hidratos de carbono y más baja en carne puede evitar más de 1,5 t CO2 e por persona y año.
Si recurres a productos de origen ecológico o sostenible estás ayudando a reducir tu huella de carbono. Pensando en el clima, lo más sensato es consumir productos de temporada, adquiridos en mercados locales, aunque sean on-line como LA HUERTICA que ofrece alimentos de temporada producidos en el sudeste peninsular por pequeños agricultores tradicionales de nuestra zona. Por eso, se trata de productos que han necesitado poco consumo energético en su transporte y en su refrigeración y conservación, y por tanto su carga de emisiones de carbono es más pequeña que la de productos que, por ejemplo, vengan ultracongelados desde lugares muy lejanos en otros continentes. No ofrecemos variedad, pero sí calidad y sabor. Productos sanos, de temporada, de cercanía, ahorrando en el transporte, desde nuestros huertos al local con la misma empresa logística, no utilizamos cámaras de frio, no castigamos el suelo de cultivo y utilizamos técnicas tradicionales que abaratan mucho los costes.
Vosotros “huerteros” estáis, a lo mejor sin saber lo, reduciendo una parte de la huella de carbono que genera vuestra alimentación, que como ya hemos señalado es una parte importante de nuestro impacto sobre el clima. Además de LA HUERTICA tenéis mercados de productos locales, los mercadillos habituales y los mercadillos ecológicos. Os animo a visitar los.
3.4 La Energía que consumimos: Electricidad, Calefacción y Agua
Hemos repasado tres de las cuatro actividades de consumo que más impacto tienen sobre la huella de carbono del consumidor: vivienda, transporte, alimentación y nos queda el último bloque, la energía que consumimos en casa. La electricidad, calefacción y agua caliente supone más de la mitad del consumo energético del hogar.
Habitualmente se dice que la electricidad es una energía limpia. Efectivamente, el suministro eléctrico llega a nuestras viviendas y no ensucia como lo hacía por ejemplo la caldera de carbón. Sin embargo, para producir la electricidad se sigue quemando carbón, petróleo y gas, y se utilizan centrales nucleares.
Luego la electricidad no es una energía limpia en cuanto a contaminación y gases de efecto invernadero se refiere. Para hablar de electricidad limpia nos tendríamos que referir estrictamente a la electricidad generada a partir de energías renovables como la hidráulica, la eólica, la solar, la geotérmica, la biomasa, etc. Pero entonces ¿cómo de sucia es la electricidad que consumimos en nuestras viviendas?
Desde la liberalización del sector eléctrico en España los consumidores podemos escoger la compañía comercializadora de electricidad. Es decir, podemos escoger a qué empresa le compramos la electricidad que consumimos. Aunque la electricidad se mezcla en la red eléctrica, que es única para toda España, y ahí no pueden distinguirse los electrones de una compañía de los de otra, nuestro contrato con una determinada compañía nos asegura que esa compañía tendrá que producir y verter a la red toda la electricidad que nosotros consumamos, y que nuestro dinero servirá para pagar sus instalaciones de producción eléctrica. Pues bien, cada compañía es propietaria de muchas instalaciones eléctricas de diferentes tipos, y si nosotros no le decimos nada, la compañía nos venderá una “mezcla” de toda su electricidad (resumiendo, una parte de carbón, gas y petróleo, otra parte nuclear y otra parte de renovables). Si consultas tu factura de la electricidad verás que en ella se indica la proporción de cada tipo de energía o al menos la emisión de CO2 que genera cada kWh consumido de su electricidad. Si toda la electricidad de esa compañía fuese verde, la emisión de CO2 sería nula. Cuanto más alta sea la emisión de CO2 que indica la factura, más carbón, petróleo y gas está consumiendo.
Visto esto, tenemos dos posibilidades para reducir la huella de carbono de nuestro consumo eléctrico. La más coherente consiste en comprar la electricidad a una empresa que genere exclusivamente electricidad de origen renovable. Así aseguras que tu huella de carbono se reduce, y apoyas a una empresa que apuesta por las renovables 100%. La segunda opción sería pedir a tu compañía habitual que solamente te venda electricidad verde. Así reduces tu huella de carbono, aunque la empresa seguirá vendiendo su electricidad “sucia” a alguien que no le importe. No obstante, esto es menos que nada, ya que haces ver a las empresas eléctricas que como consumidor prefieres la electricidad de origen renovable. Tanto en tu factura de electricidad como en la página web de la Comisión Nacional de la Energía podrás encontrar un listado de todos los comercializadores de electricidad. Visita sus páginas webs para conocer en cada momento sus ofertas de electricidad verde. Hay que advertir que en estos momentos en España es complicado encontrar una buena oferta de electricidad verde para viviendas particulares, pero cuanto mayor sea el número de consumidores que se interesan, mayor será la respuesta de las empresas.
Para más información: Comisión Nacional de la Energía
Es el organismo oficial de control del mercado energético en España. En su web podrás ver el listado de todas las compañías autorizadas para comercializar electricidad, así como tus derechos como consumidor para escoger libremente un suministrador eléctrico.
Información para los consumidores:
http://www.cne.es/cne/contenido.jsp?id_nodo=368&&&keyword=&auditoria=F
Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía
Esta entidad pública también informa a los ciudadanos sobre el derecho a cambiar de suministrador eléctrico. En su web tiene una sección que ofrece información para conocer los detalles de los contratos de electricidad.
http://www.idae.es/index.php/mod.pags/mem.detalle/idpag.453/relcategoria.2610/relmenu.151
Elegir energía limpia Campaña de Greenpeace España para facilitar que los consumidores puedan escoger electricidad de origen renovable. Disponible en la web un completo informe titulado “Elegir electricidad limpia. Cómo dejar de consumir energía sucia”.
http://www.greenpeace.org/espana/reports/elegir-electricidad-limpia-c
La calefacción y el agua caliente representan más de la mitad del consumo energético de una vivienda. Por eso es fundamental disponer de instalaciones de climatización de alta eficiencia y bien diseñadas y dimensionadas para la vivienda en cuestión. Cuando están bien diseñados, instalados y mantenidos, los sistemas colectivos de calefacción o de producción de agua caliente sanitaria son más eficientes y más económicos que los sistemas basados en instalaciones individuales. Si se utiliza un combustible fósil, es preferible que sea gas natural ya que contamina menos que el gasóleo. Las calderas de condensación y las de baja temperatura, a pesar de ser más caras que las convencionales, pueden procurar ahorros de energía superiores al 25%, por lo que la inversión adicional se puede recuperar en un periodo de 5 a 8 años (menos de la mitad de la vida útil de un equipo de estas características).
En cualquier caso, es fundamental un mantenimiento periódico de todos los sistemas de climatización. El mantenimiento no sólo prevendrá las averías más costosas o incluso irreparables, permite que los sistemas funcionen a pleno rendimiento en sus óptimos de eficiencia, reduce pérdidas energéticas innecesarias así como la emisión de gases de efecto invernadero. Por otra parte, las calderas de biomasa, en lugar de quemar gas natural o gas-oil utilizan como combustible pellets (pequeños cilindros hechos comprimiendo residuos de madera), astillas de madera, cáscara de almendra, huesos de aceituna, pepitas de uva, etc. En el mercado, existen calderas a partir de 40 kW de potencia para instalaciones colectivas y también pequeñas calderas o estufas de pellets para calefacción individual. Supone una inversión mayor, pero el precio del combustible suele ser inferior al del gasóleo o del gas. Y las emisiones totales de este tipo de calefacción son nulas, ya que todo el CO2 que emiten lo han captado antes de la atmósfera durante el crecimiento de los vegetales. El balance de emisiones es neutro.
Ya hemos señalado que los hábitos de ahorro energético son muy importantes. A veces, pequeños dispositivos y tecnologías nos pueden ayudar a ser más rigurosos con nuestros hábitos. Estos dispositivos pueden ayudarnos a mejorar la eficiencia energética sin suponer una pérdida de confort. Programadores automáticos para la calefacción, o temporizadores para desconectar aparatos cuando no sean necesarios, son pequeñas inversiones que nos pueden ayudar a ahorrar costes y a evitar emisiones innecesarias a la atmósfera. Y no olvides los consumos fantasmas o el stand by. Si te cuesta mucho desconectar todos los aparatos que llevan un transformador y que consumen electricidad cuando están enchufados, incluso sin estar funcionando, conéctalos a una regleta con interruptor. De esta manera, con un solo interruptor puedes desconectar varios aparatos a la vez. Incluso existen regletas más sofisticadas para ordenadores que se desconectan automáticamente cuando detectan que los ordenadores están apagados.
GUÍA DE CONSUMO RESPONSABLE.
- PROPUESTAS DE MEJORA:
4.1 Etiquetado del contenido de CO2 de productos de consumo
4.2 Racionalización del consumo
4.3 Compras públicas bajas en carbono
4.4 Tarjeta personal de emisiones
El cambio climático como el consumo responsable son temas transversales que atañen a una gran variedad de actores. Las propuestas implican la participación de diferentes administraciones públicas, del sector privado y de las organizaciones de la sociedad civil. Se trata de propuestas en que todos los agentes pueden encontrar un beneficio, sin perder de vista el beneficio global y colectivo de la prevención del cambio climático.
Estas aportaciones desde el ámbito del consumo responsable a la lucha contra el cambio climático deben tomarse como ideas que muestran algunas posibles líneas de acción para los próximos años. En cualquier caso creemos que es interesante abrir el debate sobre ellas y facilitar el sumar esfuerzos de aquellos que estén interesados en promoverlas.
Las propuestas son las siguientes:
4.1 Etiquetado del contenido de CO2 de productos de consumo
4.2 Propuestas para la reducción de emisiones gracias a la racionalización del consumo
4,3 Compras públicas bajas en carbono
4.4 Tarjeta personal de emisiones
4.1 Etiquetado del contenido de CO2 de productos de consumo
Una de las principales dificultades que manifiestan los consumidores para actuar responsablemente es la falta de información. De hecho, una gran parte de consumidores como vosotros ya está concienciada frente al cambio climático y le gustaría poder obrar en consecuencia, pero en muchas ocasiones no sabe cómo hacerlo.
Una forma de ayudar a los consumidores a reducir su huella de CO2 consiste en la creación de una etiqueta que informe sobre la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero asociadas al producto a lo largo de todo el ciclo de vida del producto: desde la obtención de las materias primas para su producción hasta la eliminación o reciclaje pasando por la fabricación, distribución a los puntos de venta y el uso a lo largo de su vida útil. La etiqueta de carbono permitirá a los consumidores optar por productos que generen una menor cantidad de emisiones y por tanto tengan asociado un menor impacto sobre el clima.
La información recogida en la etiqueta permitiría incluir en el precio del producto los costes derivados de los impactos ambientales y sociales que produce a través de impuestos mayores para productos con mayor huella de carbono.
La creación del nuevo etiquetado especial implicaría la realización de un análisis del ciclo de vida del producto desde su origen hasta el final de su vida útil y la gestión de sus residuos. Este análisis lleva consigo un rediseño de los productos, una mejora de la eficiencia de los mismos.
No es posible predecir con exactitud la cantidad de emisiones que se evitarían con esta propuesta. Sin embargo, haciendo una serie de asunciones, se puede hacer una estimación aproximada. En España la huella de carbono de cada habitante es de unas 11,7 t CO2 anuales. La etiqueta de carbono se podría aplicar a productos de las categorías vivienda y bienes del hogar, alimentación, ropa y calzado, que son en conjunto responsables de, aproximadamente, un 45% de todas las emisiones asociadas al consumo final.
La metodología de cálculo de las emisiones a través del análisis del ciclo de vida del producto ya ha sido probada en experiencias piloto y posteriormente desarrollada en países como Reino Unido, Japón, Corea del Sur o el estado de California. Se basa en el análisis del ciclo de vida del producto (LCA).
Además existen iniciativas similares que provienen de empresas de distribución y venta, como el ejemplo de los supermercados Tesco, la principal cadena de supermercados del Reino Unido. Tesco se ha comprometido a dotar a cada uno de sus productos de una etiqueta en la que aparecerá la cantidad de CO2 emitida en su producción. De esta manera, Tesco pretende que los consumidores puedan discriminar los productos no sólo en función del contenido en sal, calorías o el precio, sino también, en función de las emisiones de CO2. En Estados Unidos, la cadena de supermercados WalMart ha anunciado su programa de etiquetado ambiental que también incluirá las emisiones de carbono de los productos. Wal-Mart espera completar su programa en cuatro años, para cuando todos sus proveedores deberán incluir la etiqueta ambiental.
4.2 La racionalización del consumo
Las actividades de consumo habitual, las que caen en el ámbito de esta propuesta son las de vivienda y bienes del hogar, movilidad cotidiana, ropa y calzado y comunicaciones, que en conjunto representan aproximadamente un 47% de la huella de carbono del consumidor medio. Reducir los impactos ambientales asociados al consumo, como el agotamiento de recursos naturales (energía, agua, materias primas), la contaminación atmosférica, los vertidos al agua, la generación de residuos o la generación de ruido es imprescindible.
Debemos proponernos bajar las emisiones de gases de efecto invernadero reduciendo el consumo de algunos productos a través de dos líneas de acción:
- Reforzando los servicios de mantenimiento, reparación y mejora/actualización.
- Promoviendo la sustitución de la adquisición de productos por la contratación de servicios que satisfagan la misma necesidad(por ejemplo, servicio de lavandería frente a compra de lavadora o servicio de “coche compartido” frente a compra de automóvil, ejemplos que ya existen pero que se deben extender y completar con otros similares).
Para promoverlo se nos ocurren acometer las siguientes acciones:
- Lanzar campañas de información sobre este concepto y sobre casos particulares.
- Rebajar las tasas a los servicios que sustituyen a productos, o conceder a los mismos rebajas en las ecotasas o tasa al CO2 .
- Promover proyectos piloto de sustitución de productos por servicios.
- Incluir en las compras verdes o bajas en CO2 la prioridad a la contratación de servicios frente a la compra de productos equivalentes, cuando el volumen no haga más ecoeficiente esta última opción.
- Facilitar a los consumidores garantías e información sobre la calidad de los servicios, a través de medidas de estandarización.
- Además, deberán estudiarse medidas concretas para cada posible caso de sustitución de productos por servicios. Por ejemplo, algunas medidas que podrían favorecer el servicio de vehículo compartido frente a la compra de vehículos:
- Introducir como medida obligatoria la previsión de aparcamientos exclusivos para coches compartidos en los planes urbanísticos.
- Eliminar la obligación a los constructores de construir aparcamientos individuales.
Si la sociedad es capaz de bajar nuestros niveles de consumo por el clima, que lo es, las compras públicas deberían ser bajas en carbono y andar en la msma dirección que la sociedad civil.
4.3 Compras públicas bajas en carbono
Las administraciones públicas pueden fomentar un consumo más verde y pueden convertirse en un referente si minimizan el impacto ambiental de su consumo por medio de prácticas de compra verde.
La Administración Pública es un ejemplo para la ciudadanía y para todo tipo de organizaciones sociales y empresas. La reducción de emisiones de gases de efecto invernadero asociada a las compras verdes se compone de la suma de ahorros derivados de la elección de diferentes bienes y servicios con menor impacto en el clima. Con el volumen de compra que tienen las Administraciones Públicas, la compra pública verde es una de las mejores maneras de incrementar los niveles de responsabilidad social corporativa en el mundo empresarial.
La compra verde puede aplicarse a la contratación de suministros, servicios y obras, e incluye múltiples ámbitos como por ejemplo:
electricidad generada a partir de fuentes de energía renovables
- construcción de edificios de alta eficiencia energética
- la compra de ordenadores y material ofimático eficientes
- papel reciclado
- vehículos de bajo consumo
- transportes públicos respetuosos con el medio ambiente
- sistemas de aire acondicionado de alta eficiencia.
Con este tipo de acciones la Administración Pública consigue dar ejemplo y constituir un modelo de consumo creíble para los ciudadanos. Simultáneamente evita que se la relacione con empresas que no apuesten por la responsabilidad social o con productos ineficientes o poco respetuosos con el medio ambiente.
La forma más directa de realizar una compra verde es integrar los requisitos ambientales como una parte primordial del contrato y las especificaciones técnicas (etiqueta).
- CONTRATO EFICIENTE. La contratación de productos, bienes y servicios constituye una de las funciones más importantes de la Administración Pública.
- Una vez definido el objeto del contrato, el siguiente paso consiste en la definición de una serie de especificaciones técnicas medibles que servirán para evaluar las ofertas y que constituyen los requisitos mínimos que deberán cumplir. Las especificaciones técnicas ambientales deberían basarse en un análisis del ciclo de vida que tenga en cuenta los impactos ambientales y costes de las fases de producción, distribución, uso y tratamiento de residuos, aceptando la etiqueta como un medio de prueba del cumplimiento de las especificaciones técnicas definidas.
En las prácticas de compra verde priman el suministro de bienes y servicios respetuosos con el medio ambiente, contribuyendo a la construcción de un desarrollo más sostenible y mejorando los servicios públicos. Consiguiendo mejorar la calidad de vida tanto en el ámbito local como en el global.
Desde el punto de vista legal, las recientes directivas europeas y su posterior adaptación a la legislación de cada país, han dado como resultado un marco jurídico europeo más claro y que da un respaldo mayor a la puesta en práctica de la compra pública verde. Un debate de la Unión Europea sobre una política de contratación pública verde, implicará probablemente reformas en el marco legislativo que regula la contratación pública. Esto significa que aquellos organismos públicos que ya estén llevando a cabo la compra verde de una manera dinámica, estarán bien situados para cumplir los nuevos marcos normativos con un coste general inferior.
4.4 Tarjeta personal de emisiones
Nuestra rutina también puede destruir el planeta. Las emisiones de dióxido de carbono no son sólo cuestión de grandes chimeneas humeantes. Nosotros también las producimos, casi sin darnos cuenta, con nuestras tareas habituales del día a día. Si queremos reducir los efectos del cambio climático no podemos centrarnos únicamente en medidas que afecten a los sectores industriales tradicionales sino que tiene que pasar ineludiblemente por medidas que impliquen directamente a los ciudadanos de forma individual
Durante los últimos años, las asociaciones ecologistas y algunos gobiernos han dedicado buena parte de sus esfuerzos a hallar la manera de controlar nuestra ‘huella ecológica‘ o ‘huella de carbono’, la cantidad de gases de efecto invernadero que emitimos. Una de las iniciativas barajadas desde distintos ámbitos, y que aún no ha terminado de tomar forma es la de las llamadas ‘tarjetas de crédito de carbono’: una cuenta personal e intransferible que registra nuestras emisiones, con un límite, y que determinará el porcentaje de impuestos que debemos abonar en concepto de preservación del Medio Ambiente.
Para asegurar una justa y eficaz racionalización de las emisiones, el sistema debería ser obligatorio y todos los ciudadanos que recibirían una cantidad igual de derechos de emisión.
La suma de todos los derechos concedidos debe ser menor que las emisiones per cápita de la comunidad en ese momento, de modo que será necesaria una reducción para ajustarse a la cuota total establecida. Progresivamente, esta cuota irá constriñéndose para reducir las emisiones totales en línea con los acuerdos internacionales y los objetivos regionales establecidos.
La tarjeta personal de emisiones, a diferencia de otras medidas políticas o instrumentos fiscales, involucra explícitamente a la población en el esfuerzo de frenar el calentamiento global del Planeta, creando un sentido de responsabilidad compartida e incidiendo directamente en los hábitos de consumo de la población.
Seguro que habéis oído hablar de la tarjeta DO Black que se presenta como una forma radical de cambiar nuestros hábitos para que se produzca un impacto notable en el planeta. Los creadores del proyecto apuntan a que este sistema permitirá rastrear la huella ecológica de cada uno y despertar a los consumidores, que normalmente ignoran las implicaciones de cada golpe de tarjeta. Podremos ser conscientes del verdadero impacto que tiene nuestro consumo. La tarjeta irá acompañada de una aplicación móvil, desde la que se calculará el impacto de carbono de cada transacción teniendo en cuenta datos ambientales, sociales y fiscales de cada país, así como del tipo de tienda o establecimiento en el que se realiza el pago; por tanto, no será lo mismo echar gasolina que comprar un producto con certificación verde. En cuanto al límite de gasto, estará definido por una estimación de las emisiones que los ciudadanos de cada región tendrían que emitir para cumplir el objetivo de reducir las emisiones a la mitad para 2030.
Originalmente estas tarjetas fueron ideadas por David Miliband, secretario de Estado de Medio Ambiente de Reino Unido entre 2006 y 2007. Miliband intentaba que cada ciudadano pagara exclusivamente por el carbono emitido y, en caso de necesitar más crédito en su cuenta, podría solicitarlo a otra persona que no hubiese sobrepasado el límite. De esta forma, no se rebasaría el límite global permitido. Cada ciudadano debía portar su tarjeta y administrarla en los gastos de viajes, energía y alimentos. Una medida que el propio político calificó de «simple y bella», pero que se topó con una serie de dificultades técnicas. De ahí, al limbo.
Un lustro más tarde, en 2011, un profesor de la universidad de Nueva Zelanda Southern Cross, Garry Egger, trató de retomar el proyecto a pequeña escala en la minúscula población de Norfolk, de apenas 1.700 habitantes. Egger pensó en repartir las tarjetas entre todos los ciudadanos censados y abrir la posibilidad a los cerca de 30.000 turistas que visitan cada año este paraíso del Pacífico. Su idea era fomentar la participación ofreciendo la posibilidad de devolver en metálico los créditos de carbono no usados. «Quien consuma de forma frugal, no adquiera alimentos excesivamente grasos o compre demasiado petróleo, podrá ahorrar créditos carbono para canjearlos por dinero al final de año. Si, por el contrario, un ciudadano consume mucho petróleo y comida industrial y de alto contenido en grasas o azúcares, deberá comprar cada año créditos suplementarios», explicaba el propio profesor Egger en 2011. El proyecto tampoco llegó a materializarse.
¡No hay que rendirse! Ante la emergencia climática en la que nos encontramos, necesitamos que el mundo siga moviéndose hacia un futuro más sostenible en el que el planeta pueda continuar habitado. Si los Acuerdos de París de 2015 fueron un punto de inflexión en la lucha contra el calentamiento global, hoy nos encontramos inmersos en el cumplimiento de los objetivos globales definidos en la Agenda 2030: en la carrera por frenar el aumento de la temperatura planetaria se necesitan tomar medidas drásticas y urgentes. Esto requiere de una toma de conciencia por parte del total de la población mundial. Sin embargo, el proceso se extiende a velocidades todavía demasiado lentas.