LA HUERTICA

La almendra, siempre en casa por Navidad

 

Los almendros han formado parte de nuestro paisaje mediterráneo desde que los fenicios trajeron las primeras almendras junto con los primeros dátiles, ambos procedentes de Asia.

 

Sin embargo, en nuestro país, los mayores responsables de la introducción y profusión de la almendra en la cocina son, sin lugar a dudas, los árabes, que a lo largo de los siglos habitaron gran parte de la Península dejaron tras de sí costumbres alimentarias traídas del Oriente como es la utilización de los frutos secos, dátiles o uvas pasas triturados o picados para endulzar los platos y modificar su consistencia. Utilizaron la almendra para todo tipo de platos, dulces y salados, pero sin lugar a dudas es en la repostería a base de almendra y azúcar o miel donde estos usos culinarios alcanzan cotas insuperables: mazapanes, turrones o alfajores son algunos de los estandartes de tan goloso ejército.

 

No es hasta el siglo XIX y, sobre todo, el pasado siglo, cuando el cultivo de los almendros se expande hacia las tierras de secano del interior del sureste español compartiendo junto al olivo la supremacía entre los árboles cultivados.

 

La pertinaz sequía de las últimas décadas, y muy especialmente la de los ochenta, provocó junto a otros factores, la irremediable decadencia del secano y sus cultivos, desciendo sus rendimientos globales y también la superficie cultivada.

 

Las causas de este bajo rendimiento son consecuencia de su cultivo en terrenos de secano con baja calidad de suelo, variedades poco seleccionadas, reducida protección fitosanitaria, poco o nada abonados.

 

Las almendras junto con las nueces y, ahora también, los pistachos son los únicos frutos secos o de cáscara que se cultivan en la Región de Murcia. Los frutos secos tienen en su composición menos de un 50% de agua y numerosas sustancias de elevado valor para la nutrición humana: las proteínas, las grasas insaturadas (con elevados niveles de ácidos grasos esenciales), los minerales y las vitaminas (especialmente las vitaminas E, A, B1 y B2). Por esta elevada concentración de principios nutritivos es por lo que algunos los denominan super alimentos o alimentos concentrados.

 

Entre todos estos nutrientes cabe destacar, por su elevado contenido en comparación a otros alimentos, las grasas y la vitamina. Este elevado contenido graso, superior al 50% en peso, es el responsable del alto valor energético o calórico de los frutos secos (almendras, avellanas, nueces del Brasil, anacardos, nueces de macadamia, pecanas, piñones, pistachos y nueces) y el que limita su inclusión en las dietas. Sin embargo, es importante subrayar que, estas grasas son mayoritariamente insaturadas o poliinsaturadas (más del 75%) y, en consecuencia, resultan beneficiosas para el organismo.

 

Los frutos secos son, además, una fuente extraordinaria de Vitamina E, con efectos antioxidantes y, por tanto, protectores de la oxidación del colesterol LDL en la sangre, disminuyendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares, y de determinados tipos de cáncer.

 

Las almendras, frente a los demás frutos secos, destacan por su elevado contenido en el ácido graso monoinsaturado oleico (36% en peso), por lo que su consumo frecuente ayuda a disminuir los niveles de colesterol total y colesterol «malo» o LDL, y en vitamina E (28 mg por 100 g). Una ración de almendras de 30g aporta el 50% de la cantidad diaria recomendada de Vitamina E.

 

Las almendras también contienen cantidades significativas de minerales como el calcio, el magnesio, el potasio, el cobre, el fósforo o el zinc. De hecho, el contenido en calcio alcanza los 250mg por 100 g, lo que la convierte en una fuente excelente de este mineral para aquellas personas que no pueden o no quieren tomar leche o productos lácteos, como es el caso de los veganos.

 

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