
Es una verdura curiosa, no solo por la forma que resulta preciosa si no, también, por el sabor. El romanesco fue documentado inicialmente en Italia en el siglo XVI. Es una variedad de col verde italiana que pertenece a la familia de las crucíferas. Una verdura típica de los meses de invierno que destaca por su color verde lima.
El aspecto de esta verdura es muy característico ya que las inflorescencias se agrupan formando estructuras cónicas.
La estructura del romanesco presenta geometría fractal: su estructura básica se repite en diferentes escalas y tiende al infinito desde la autosimilitud.
El número de inflorescencias sigue la sucesión numérica de Fibonacci (0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34…) empezando por la unidad, cada uno de sus términos es la suma de los dos anteriores, es muy frecuente observarlo en la naturaleza y se sigue en el número de hojas de un tallo, en las espirales de los girasoles o en las piñas.
Esta acepción de la palabra romanesco no existe en la actual versión de la Real Academia de Lengua Española, a lo mejor los miembros aún no la han probado.
El romanesco es una fuente de fibra, vitamina C, provitamina A, calcio, potasio, ácido fólico, y fósforo, y es conocida por sus propiedades diuréticas.
Se puede degustar de distintas formas, cocido, al vapor, en cremas, batidos o incluso crudo en ensalada. Es una verdura muy recomendada para dietas de adelgazamiento. A mi me encanta cocida o al vapor, al horno gratinada con queso o con besamel; con pasta como si fuera un pesto y en lasaña. Hasta la he hecho al microondas, por falta de organización, con un poco de pimentón y estaba riquísima.